Mi Primera Comunión

Sara Pujazón (Niebla)
Estamos en el umbral del mes de mayo, mes de las comuniones. La primera comunión es un rito cristiano, en el cual los niños de 10 años reciben por primera vez a Jesús. Para todo creyente, recibir a Jesús por primera vez tiene un gran significado y es un momento de alegría que se comparte con familiares y amigos. Para recibir la primera comunión es necesario pasar por un curso de catequesis, que dura generalmente un año, aunque en algunos lugares se prolonga algo más en el tiempo. Concretamente, en nuestro pueblo comienzan en 1º de primaria y no finalizan hasta 4º curso. En él se enseña a los niños las principales normas de la Iglesia. Este año parece ser que la cosa no está muy pudiente por aquello de la crisis para esas esplendorosas celebraciones a las que habíamos llegado, con grandes banquetes, listas de regalos, viajes a Eurodisney, etc.
Por lo tanto, no nos vendría mal volver a recordar aquellos tiempos pasados, que siempre fueron peores, para que nos demos cuenta de cómo era la vida. Aquellas comuniones, según me cuenta mi abuelo, empezaban con la dedicatoria por la radio de la copla de Juanito Valderrama “Mi primera Comunión”, y el pago en la emisora de un duro. Después del acto religioso, a la Plaza del pueblo: allí había churros o chocolate y, si se podía, una foto. Lo que no se podía olvidar era la visita a los familiares para que vieran vestidos de comunión al niño o la niña, darles su recordatorio y, a cambio, ese billetito que venía muy bien para los gastillos extraordinarios que se habían originado. Había quien al niño o a la niña la vestían algún día más para seguir sacando dinero a amigos y vecinos. Ya, al día siguiente, muchos colegios tenían por norma que fueran todos los niños vestidos de comunión para hacer la foto en el patio, al mismo tiempo que se les obsequiaba con un desayuno y, por supuesto, no había clase.
En mi opinión, hoy en día los niños siguen disfrutando de este primer encuentro con Jesús en una ceremonia llena de detalles y valor espiritual. En muchos casos la primera comunión se convierte en un acto puramente social, una mini boda, con gastos exagerados que distraen al niño del verdadero valor de este acontecimiento. Pienso que depende de los padres mantener el verdadero valor de este acto y sobre todo servir de guía para que los pequeños mantengan vivo el espíritu de Dios en su interior. Esos niños y niñas que ya han recibido a Dios y además han renovado el sacramento del bautismo, deberían asistir a misa el resto de los domingos del año, iniciando de esta manera su preparación para el siguiente sacramento (la confirmación).

Sara Pujazón (Niebla)
Estamos en el umbral del mes de mayo, mes de las comuniones. La primera comunión es un rito cristiano, en el cual los niños de 10 años reciben por primera vez a Jesús. Para todo creyente, recibir a Jesús por primera vez tiene un gran significado y es un momento de alegría que se comparte con familiares y amigos. Para recibir la primera comunión es necesario pasar por un curso de catequesis, que dura generalmente un año, aunque en algunos lugares se prolonga algo más en el tiempo. Concretamente, en nuestro pueblo comienzan en 1º de primaria y no finalizan hasta 4º curso. En él se enseña a los niños las principales normas de la Iglesia. Este año parece ser que la cosa no está muy pudiente por aquello de la crisis para esas esplendorosas celebraciones a las que habíamos llegado, con grandes banquetes, listas de regalos, viajes a Eurodisney, etc.
Por lo tanto, no nos vendría mal volver a recordar aquellos tiempos pasados, que siempre fueron peores, para que nos demos cuenta de cómo era la vida. Aquellas comuniones, según me cuenta mi abuelo, empezaban con la dedicatoria por la radio de la copla de Juanito Valderrama “Mi primera Comunión”, y el pago en la emisora de un duro. Después del acto religioso, a la Plaza del pueblo: allí había churros o chocolate y, si se podía, una foto. Lo que no se podía olvidar era la visita a los familiares para que vieran vestidos de comunión al niño o la niña, darles su recordatorio y, a cambio, ese billetito que venía muy bien para los gastillos extraordinarios que se habían originado. Había quien al niño o a la niña la vestían algún día más para seguir sacando dinero a amigos y vecinos. Ya, al día siguiente, muchos colegios tenían por norma que fueran todos los niños vestidos de comunión para hacer la foto en el patio, al mismo tiempo que se les obsequiaba con un desayuno y, por supuesto, no había clase.
En mi opinión, hoy en día los niños siguen disfrutando de este primer encuentro con Jesús en una ceremonia llena de detalles y valor espiritual. En muchos casos la primera comunión se convierte en un acto puramente social, una mini boda, con gastos exagerados que distraen al niño del verdadero valor de este acontecimiento. Pienso que depende de los padres mantener el verdadero valor de este acto y sobre todo servir de guía para que los pequeños mantengan vivo el espíritu de Dios en su interior. Esos niños y niñas que ya han recibido a Dios y además han renovado el sacramento del bautismo, deberían asistir a misa el resto de los domingos del año, iniciando de esta manera su preparación para el siguiente sacramento (la confirmación).
mi madre lo intentó conmigo pero no pudo ser xD
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